I
Dentro de los indicios que han utilizado los sectores en el poder para segregar, marginar o excluir a los diferentes, el olor es quizá el menos evidente de todos. En Vila Velha, Brasil, usaron una frase publicada en redes para convertirla en un cartel en contra del racismo, en la iniciativa “Racismo virtual, consecuencias reales”. La frase no puede ser más clara: “Llegué a casa con olor a negro”
Los aromas, particularmente aquellos que generan una reacción inmediata, se han convertido en símbolos, signos y metáforas, diría la académica Cristina Larrea Killinger, que favorencen la vigilancia o la rebelión, o que permiten la diferenciación y estratificación de las clases sociales, la desigualdad social y el racismo. Y, con el paso del tiempo, se convirtieron en un umbral del asco, como síntoma de una putrefacción, que no necesariamente estaba en el ámbito de lo órganico.
La construcción de los aromas como índice de clase es una de las más sofisticadas estrategias de exclusión. Todo esto suena muy sofisticado pero puede intuirse cuando el personaje del Flaco Ibañez en la serie Vecinos dice: “hasta acá me llega el olor a pobreza”. Y en un país tan clasista como el nuestro, la explicación sale sobrando. Aunque podemos poner otro ejemplo del refranero: “Huelen de lejos los bandoleros el dinero de los pasajeros”.
II
Una de las reacciones inmediatas de protección, casi intuitiva, es el asco y la repulsión. Unidas, ambas, a la vista y el olfato, tanto el asco como la repulsión colindan con el miedo, la precaución, y el odio, dice el filósofo británico Collin McGinn. En el peor de los casos, como el horror, produce el estremecimiento, la indefensión o la huida inmediata.
Sabemos qué puedo provocarnos asco a los sentidos: una fruta podrida, un cadáver agusanado, un insecto o una animal seguramente peligroso o del que nuestro instinto nos alerta a cuidarnos… incluso algún químico que nos activa en ese mismo sentido, o en su defecto algo tan elemental como nuestras propias heces.
En algunas ocasiones, dice en su libro El significado del asco, el asco puede ser proclive a lo moral y a lo estético. Ya en un plano del lenguaje común, cuando se apela al asco, sin duda, hay una repulsión que no sólo implica lo sensorial ni implica precisamente la intuición de un peligro. Una categórico “me das asco” es una sentencia contundente que va desde lo intelectual, lo emocional, lo social o lo racial. La expresión sin duda es mucho más proclive al odio, como una emoción ya que ha juzgado procesos, situaciones y momentos previos.
Ya señalamos qué nos puede generar asco desde los sentidos. Pero qué nos provoca ese mismo asco desde lo moral, lo estético o lo social. Sin duda, hay mucho que desde los cuerpos sirve para darle cualidad a las cosas y a los seres vivos.