El 27 de enero de 1967 en el mismísimo corazón, en el ring supremo de la competencia de la Guerra Fría por el espacio sideral, es decir, en Cabo Cañaveral: el Apolo 1 se incendió, provocando la muerte de sus tres tripulantes. Ese mismo día, debutaron los Doors con su disco homónimo. // Una semana después la NASA lanzó el Lunar Orbiter 3 con éxito.
En la acera de enfrente, los soviéticos lanzaron las naves no tripuladas Cosmos 140 y Cosmos 154. / Para el 23 de abril, en Kazajistán, tuvieron que abortar el primer vuelo tripulado el Soyuz1, en el que murió el cosmonauta Vladimir Komarov, al enredárseles las líneas del paracaídas. / En mayo de 1967, Estados Unidos y el Reino Unidos firmaron con Rusia un tratado para prohibir ataques nucleares desde el espacio exterior.

Pocos meses después (porque los libros no se escriben, editan, publican y difunden en menos tiempo) salió publicado Mejicanos en el espacio de Carlos Olvera. Ya era 1968, y para los mexicanos ¡vaya que fue un año trascendental!
Con el 60 aniversario de TunAstral, festejado a mediados de 2024, Mejicanos en el espacio tiene una nueva edición, con una magnífico axolotl en la portada
“Después de haber arriesgado la vida valerosamente en los límites del Sistema Solar, Raúl Nope, excelso hijo de Centroméjico, ha regresado una vez al seno de la hospitalaria Tierra. Pero en esta ocasión no se trata de un regreso común y corriente Esta vez regresa para gloria del planeta entero. Después de haber vencido la amenaza de Plutón y la amenaza de Venus, ha sabido mantener su modestia, y como todo buen mejicano ha preferido seguir en el anonimato, antes de convertirse en un ser inútil y excesivo para la economía. Pero el Consorcio ha decido dar a conocer al público las hazañas de Raúl Nope, héroe del espacio, adjudicándole de inmediato el título de Vencedor de Amenazas Espaciales, nombre con el que será conocido de hoy en adelante. Jabones “El Diluvio” dará a conocer desde mañana los interesantes capítulos de la vida de Raúl Nope”
Este es un ejemplo de esas virtudes que han resaltado lectores ya académicos de una obra que persiste en el gusto de los lectores. Y que además ha pasado la prueba más difícil, la verdadera prueba: la del tiempo.
A 56 años de su publicación, sabemos las coordenadas de la historia narrada. Raúl Nope comanda la exploración por la sección C-49 de la galaxia, en la nave MCM-777 Zaragoza, con una “misión relativamente sin importancia en una de las lunas de Júpiter”, junto con sus colegas el Capitán Gus Blázquez, el Teniente Luisantonio Garcicrespo y el Cabo Ramos. Junto a ellos, resalta un inesperado marcianito, empeñado en que le llamen «Lobelto el de la Botella Llena», quien mejora su español cada que se adorna la garganta de Tequila. Sabemos que esos personajes refieren a sus amigos tunastralopitecus Gustavo Velázquez, Luis Antonio García Reyes y Roberto el Gordo Fernández Iglesias, con quienes forjó el grupo cultural tunAstral.
Según el propio autor[1]: “Mejicanos en el espacio es un cómic escrito, sin monitos, escrito muy en serio y no debe ser tomado tan en serio”. Aunque muchos se lo han tomado muy en serio. Por ejemplo, para Sam. Manickam la obra explora el “imperialismo espacial”. Para el miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Gabriel Trujillo: “Mejicanos en el espacio es una de las novelas esenciales de la literatura mexicana del siglo XX. No trata sobre la Revolución mexicana. No acata las reglas del buen decir de la prosa castellana. No se viste de galas culteranas sino de referencias a la cultura pop […] En ella hay fayuca, mordidas, compadrazgos, francachelas, inconformidades y simulaciones”.
Para José Manuel García García, la obra representa un “humorismo crítico político” y una “parodia caricaturesca de ciencia-ficción”, en la que el protagonista vive un el proceso de la quijotización, cuyos molinos de viento son la condición colonial mexicana, las injusticias sociales, el imperialismo de los humanos que pretenden “imponer sus leyes y costumbres tiránicas”.
Y que, hoy más que nunca, se puede atisbar en un México en el que —en palabras de García:— “continúan las mismas prácticas políticas autodestructivas de la corrupción, y la demagogia” y con esa tan arraigada —de nuevo en palabras de García—“Lógica del Partido, que viene a ser algo así como la mística de nuestros gobiernos”.
Aquí yo quiero sumar, de mi ronco pecho, que la persistencia y la funcionalidad de esa ironía, ese sarcasmo y ese humor ácido de corte político difícilmente sobrevive con el paso del tiempo, por la lógica lúdica con la que Carlos Olvera seguramente escribió esta obra. No lo conocí en persona, pero me lo imagino botado de risa por todas y cada una de sus estrategias. Por lo picaresco de sus personajes, por lo jocoso de la secuencia narrativa y, sobre todo, por ese uso del lenguaje que ha vinculado esta obra con el entonces naciente estilo de la Literatura de la Onda, con quienes se le ha emparentado, como han señalado algunos especialistas. Si a ello sumamos, la coyuntura con que la obra se escribió y se publicó, que mencionamos al principio, pues tenemos una fórmula precisa que ha resistido al tiempo.
Desde el otro lado de lectura, en la red social de los lectores, o al menos una de las más populares en ese perfil: Goodreads, también hay cosas interesantes por resaltar. Mejicanos en el espacio es señalada como una Space Opera. Otra dice: “esta novela captura las frustraciones intelectuales con el PRI a fines del siglo de los 1960”, con críticas a la “religión y al colonialismo, sin dejar de pasada de mencionar como los medios de comunicación manipulan la información para el beneficio del poder gobernante”.
Comparto la postura de Vicente Bohórquez, quien dice: “A ratos parece se estuviera relatando la vida de un trailero, su soledad en las carreteras y el conducir una carga desconocida a entregar, las transas que planea hasta que un evento en el que su pellejo se encuentra en riesgo lo hace jugarse el todo por el todo trastocando su vida y la de sus compañeros en una intriga que lo mismo incluye a gringos que a marcianos en una interminable carrera espacial”.
Sí, sin duda, además de space opera, hay algo de road novel espacial; y también un poco de coming of age o bildunsgroman o novela de crecimiento, como les gusten llamar, para la eclosión del héroe paródico: Raúl Nope.
Si bien yo prefiero El vuelo de la hilacha, tanto Tolucanos como Mejicanos en el espacio se encuentran en nuestros clásicos contemporáneos de narrativa de ese “sistema literario mexiquense”, junto con Camada maldita y Clima templado de Alejandro Ariceaga, El año que se coronaron los diablos de Eduardo Osorio, La tahona de Mauricia Moreno y Los geranios y la nieve de Alonso Guzmán y Entonces vimos llover de Daniel Bernal Moreno






García-García, José Manuel. El libro del humor subversivo: estudio del humor lúdico, análisis de 8 novelas mexicanas. 2011. Proyecto Guardamemorias. 2011.
Manickam, Samuel y Miguel Ángel Fernández, Más Mejicanos en el Espacio
Manickam, Samuel, The dynamics of space imperialism in Carlos Olvera’s Mejicanos en el espacio,
[1] Cita tomada del artículo [entrevista (Excelsior, 19/05/1968, Milenio, 15/10/2018] de Vicente Bohorquez