
De tu carne escala la luz hacia el infierno
y tiende la distancia un cometa,
como niño jugando béisbol con los muertos,
como amarrando las avispas a su dedo.
El desvelo entre llamas es siempre el mismo,
pero la sombra que escondes,
el edén que destejes a dos manos.
es el insomnio.
No pierde sangre la sed
ni bebe vinos añejos,
frutos escarchados, inviernos.
Cuánta ceguera la de tus labios,
cuánta sordera de marinero,
cuánto más quieres naufragar.
Mientras, adentro del sueño,
mis golondrinas van a tecolotas tus pupilas,
porque el silencio se esconde bajo la galaxia,
como niña tendida en la arena
escudriñando el sonido de las olas.

Pero la arena no es un caracol.
Entre líneas, detenido: el sueño.
Poema publicado originalmente bajo el título de «Incógnitas. I» en Cuerda floja (Toluca: FOEM, 2010, Colección de Aete Mayor, Biblioteca Mexiquense del Bicentenario)