La larga tradición en el imaginario de los bestiarios medievales tiene como origen una noción del miedo que se funda en lo desconocido; pero esta función de la fantasía incide en la creación de criaturas que pueden provocar el asombro, el terror o la crueldad. Es en las criaturas que pueblan los bestiarios que se puede confirmar la noción de Gilbert Durand respecto a que la “animalidad […] carga más simplemente con el simbolismo de la agresividad, de la crueldad” (Durand, 88).
Sin embargo, la imaginación de estos bestiarios no excede las posibilidades morfológicas de la zoología conocida por el hombre medieval, ni impide que otros seres ─plantas, minerales, lugares y humanos─ puedan reproducir la función fantástica en el mismo imaginario. La fantasía tiene por origen la realidad.
Hay una constante en la función de la fantasía de los bestiarios (el de Beauvais, el de “El fisiólogo”, el de Fournival, las narraciones de Mandeville, Marco Polo, los relatos descriptivos de Ibn Battista o de los conquistadores de Indias): la recopilación de las “mirabilias”, maravillas que develaban un mundo inescrutable, poco conocido, un mundo repleto de prodigios que la imaginación apenas podría vislumbrar. En las infinitas posibilidades que ofrece la creatividad, estas recopilaciones pueden acrecentarnos el temor ante la posibilidad de bestias y criaturas pavorosas. No importa que no existan en la vida real. De la misma forma en que la imaginación concibe los prodigiosos en animales, también se concreta la posibilidad de homúnculos sin cabeza, con los pies al revés y en increíbles formas híbridas con el reino animal. Es en la propia fisionomía del hombre donde la imaginación hará sus invenciones más arriesgadas, y a la que volveremos más adelante en tanto los cómics y caricaturas han creado una nueva forma de bestiario, más lúdico que pedagógico.
Las maravillas también sucedían en el reino de las plantas y de los minerales. Respecto a las plantas, la razón es más funcional y homeopática: los herbarios servían de catálogo de medicinas. En la tradición de los herbarios encontramos a Teofrasto de Éreso, Cratus, Dioscóridas, Hunayn Ibn Ishaq, Fernández de Oviedo, Odorico, incluso la avidez enciclopédica de Alexander von Humboldt y sus dibujos sobre la flora americana, que sorprendieron a los europeos. Su función privilegiaba la medicina, aunque también los textiles de origen vegetal eran importantes ─como aquella tela de amianto resistente al fuego (Galeano, 89). En algunos, aparecían los asombros de hojas que caminaban, o que giraban y cambiaban de color conforme su arbitrio, tenían savia de sangre
y todo tipo de frutos venenosos o fantásticos. De aquí se derivarían los frijoles saltarines o los hongos y cactus alucinógenos o el árbol de las montañas Caspias de cuyos frutos maduros brota “una bestezuela con forma de oveja: la Oveja Vegetal. En cuanto al reino mineral las maravillas se reflejan en las piedras negras que hacen fuego (carbón), el agua cetrina que ardía (petróleo)─(Galeano 88)─, la dureza y transparencia del diamante y la selenita, o la capacidad mortífera de las minas cuyos sulfuros, monóxido de carbón y otros gases provocan la muerte en cuestión de minutos. Todo ese tipo de prodigios, ahora explicables científicamente, convertían a la fantasía y el asombro en un divertimento.
La fisionomía de la fantasía opera en tres funciones en las criaturas de los bestiarios: la adición/supresión, la hibridación y la sublimación. En la primera función, la más común, las criaturas que habitan los bestiarios son seres cuya fisionomía es prácticamente equivalente a la de un animal específico, con añadidos fantásticos o prodigiosos. El pájaro de dos cabezas o las gallinas cubiertas de lana, descritas por Odorico Pordenone (Galeano, 88), son un ejemplo. El pegaso es un caballo con alas, mientras el unicornio es un caballo con un cuerno ─el cual pudo ser confundido con un rinoceronte, como señala Eduardo Galeano (2009: 98)─; ambos no difieren mucho del caballo; el cancerbero es un perro con tres cabeza, en las cuales se confirma que “es en las fauces animales donde vienen a concentrarse todas las fantasías terroríficas de la animalidad” (Durand, 89). En la caricatura Los viajes del Dr. Doolittle, el veterinario victoriano que hablaba con los animales buscaba una especie de zebra con dos cabezas opuesta una a la otra, que poco difiere del Nesnas (Borges, 111). Habría que investigar a fondo si Hugh Lofting describe en su libro decimonónico a dicho animal.
En un mayor nivel de complejidad, con una imaginación más dinámica, aparecerían las criaturas que son una mezcla de diferentes elementos zoomorfos de distintos animales específicos, digamos una hibridación. En este rubro, se inscribirían los grifos, el águila-león, o su variante equina, el hipogrifo; así como los hermafroditas de la isla de Tacorde. En ese sentido, el imaginario no despliega todavía una gran posibilidad creativa, sino que se apega a que “la creencia universal en los poderes maléficos está ligada a la valorización negativa del simbolismo animal” (Durand, 2009:87).
En un nivel superior, el de la sublimación, surgen seres antropomorfos, simbólicamente poseedores de cualidades supranimales, criaturas que poseen cualidades distintas a la pura bestialidad o elementos que cobran vida de un elemento inerte y/o inmóvil. Por un lado, tendríamos a la salamandra y su simbología alquímica o al Ave Fénix y sus características ígneas. En ese ámbito también se encuentran los seres mitológicos grecorromanos que conllevan en sus cualidades ciertas características divinas o atributos que van más allá de un rasgo físico. Los minotauros, los centauros, la medusa, etcétera, se alejaron del Olimpo para habitar la condena cristiana de los bestiarios, satanizando a los dioses paganos, razón por la cual la tradición judeocristiana los vincula a los seres divinos con animales “terroríficos”. Según Durand: “muchos demonios son espíritus desencarnados de animales, especialmente de animales temidos por el hombre, o incluso criaturas híbridas, mezclas de partes de animales reales” (Durand, 2006:87). Su recuento de estos “demonios” incluye a los Seirim, los ciyyimy los ojim. Los seirim eran “demonios velludos fueron objeto de adoración de asirios, fenicios, y hasta los hebreos”, y “Azazel, el macho cabrío de la tradición cabalística, era el jefe de los seirim” (Durand, 2006:87).
Estos demonios también pudieron haber sido los dioses paganos de religiones precristianas, como los que conforman el ejército de Satanás en el Paraíso perdido de John Milton; seres condenados en la propia Biblia, como el Leviatan, el Golem o el Behemot de Borges (1991:39); o los duendes nocturnos de los cuadros del Bosco o del romántico Heinrich Füssli. Los dragones fungirían aquí como los dioses agrícolas del paganismo primitivo, al cual doblegarían los héroes cristianos, caballeros devotos, como San Jorge.
En ese mismo rubro estarían los atributos humanos, médicos o sobrenaturales de los herbarios, como los arbustos de los que brotaban corderitos vivos, descritos por Pordenone; las montañas de oro de Pierre d´ Ailly en la isla de Tacorde, la Fuente de la Eterna Juventud, El Dorado,
olas hojas que al caer de las ramas se alzaban y se iban caminando, descritas por Antonio Pigafetta. La mandrágora sería el ejemplo sintomático de sublimación en el imaginario, por su raíz antropomorfa, por el supuesto grito al ser arrancada y por los malos presagios para quienes las arrancan (Borges,98-99).
Si bien el mare negrum o la noche misma eran el perímetro que delimitaba la función de la fantasía medieval; si “Mandeville y Marco Polo habían instruido el expediente de la diversidad humana: [aunque] faltaba América”, el Mundus Novus (Urdapilleta, Relación 54); ahora, en nuestra época posatómica, el espacio sideral y la miscelánea posmoderna de tradiciones, culturas y mitologías permiten una revaloración de la “maravilla”. En este contexto, lo desconocido o la “maravilla” proviene fuera de la estratosfera (incluyendo los meteoritos o aliens), de la profundidad del subconsciente, del mundo posapocalíptico o provocada por la explotación de las imágenes enterradas por el predominio positivista ejercido por la ciencia sobre la imaginación: es decir, el miedo nocturno, el infierno o la imaginación. Y gracias a la libertad en las artes gráficas y digitales, las posibilidades son infinitas.
Enfoquémonos en las caricaturas infantiles y algunas obras cinematográficas, muchas provenientes del cómic. Así, hay una nueva forma de bestiarios, en los que “frente a la maravilla está la consigna de estetización y el placer por lo anormal, por lo disforme y lo extraño” (Urdapilleta, Deposito 52). Un breve recuento nos confirma una relación entre la fisionomía de la fantasía y la imaginación «posmoderna».
En la cultura pop, implantada por la televisión, estos bestiarios se alejan de los animales bestias, los minerales y las plantas para centrarse en las criaturas antropomorfas. El asombro sirve como gancho publicitario y la fantasía releva la insoportable levedad del trabajo y la cotidianidad, dela misma forma con que Jacques Le Goff ─en Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval─ consideraba la función e importancia de lo maravilloso medieval en “compensar la trivialidad y la regularidad cotidianas y su característica definitoria sería […] construir una especie de mundo al revés” (Urdapilleta, Deposito 75).
La diferencia sustancial entre las criaturas del Medioevo y las posmodernas implica una función distinta de la imagen. A cinco siglos de distancia y a millones de bytes de diferencias, la aclaración no debe obviarse, pues “el hombre medieval tenía unas creencias absurdas que, sin embargo, estaban delimitadas por una weltanschauung, por una concepción del mundo, mientras que el hombre contemporáneo es un ser deshuesado que ´vive sin sostén de una visión coherente del mundo´” (Sartori, 168). En la Edad Media la imagen tenía la función pedagógica catequista de la vida religiosa y la historia de los empoderados, los reyes y la nobleza. Con la masificación del libro, la televisión y la internet, la imagen perdió su carácter místico y se convirtió en una potencia publicitario. Su superabundancia en los medios de comunicación masiva la condena a la superficialidad y, por ende, “el exceso de bombardeo [de imágenes e información] nos lleva a la atonía, a la anomía, al rechazo de la indigestión: y de este modo, todo termina, en concreto, en una nimiedad” (Sartori, 166). Por ello, los bestiarios de la televisión y el cine ya no nos espantan ni aterran, ya no convocan un significado simbólico en el orden de lo sagrado, sino que se convierten en un lujo de la imaginación o en un alarde de creatividad, en el mejor de los casos.
El caso de Starwars es sintomático de esta postura. George Lucas redescubrió el “placer por lo anormal, por lo disforme y lo extraño” y, también, por lo grotesco. La cantidad de personajes y animales que podrían formar parte de bestiarios del desconocido mundo estelar es pasmosa. Los territorios más extremos del universo, literal, posibilitan la existencia de seres como Jabba The Hut, una especie de ajolote gigante, capo del tráfico interestelar. Su mascota mezcla las características de un mono araña, una harpía y una gárgola. En el desértico mundo donde habita, al más puro estilo corsario, avienta a sus ajusticiados por un trampolín a un mar de arena del que emerge una boca dentada que traga a todo aquel que cae (El regreso del Jedi), que asemeja al gusano gigante en el que Han Solo y la princesa Leia se esconden de las tropas imperiales (El imperio contraataca). En La amenaza fantasma aparece Watto, una especie de coleóptero humanoide, con una trompa elefantina, que apuesta contra Sebulba, otro humanoide con forma de lagarto, cuyas extremidades superiores superan en tamaño a las inferiores, como las del gorila. Jar Jar Binks, el más hilarante y risible de todos los personajes, es un humanoide con boca de pato, ojos saltones, parecidos a los de algunas ranas, y orejas largas.
Su pueblo anfibio podría ser el hermano mayor del de la Ranita Demetán. De los Ewoks y Chewbacca son, quizá, las criaturas más populares de la sextalogía y de quienes también se hicieron sendas caricaturas independientes a la guerra intergaláctica. Chewbacca podría acercarse al cándido Sasquatch de Harry y los Henderson,a Ookla the Mock de Thundarr el Barbaro o al paternal Sullivan de Monster Inc. Pero es Yoda quizá el más simbólico de todos estos humanoides. Yoda, el maestro Jedi, es un humanoide enano, que combina la imagen del troll con la del duende, y tiene una ideología mística, nada lejana de la mentalidad templaria de influencia cátara, que para combatir usa una espada, laser pero al fin espada. ¡Vaya romanticismo en una historia en la que la tecnología permite que las naves vuelen más rápido que la velocidad de la luz!.
En el imaginario de la Guerra de las Galaxias permea una postura medieval innegable, aunque más “moderna” que en la historia de la Tierra Media de J.R.R. Tolkien. Si bien los personajes tienen una personalidad mucho más profunda que los de George Lucas ─a excepción de Anakin/DarthVader─, la lucha Bien vs. Mal, así como el trasfondo caballeresco y la mentalidad medieval son más que evidentes. En la cuestión de las criaturas de los bestiarios medievales se recuperan los orcos, los elfos, los trolls.
Los Ents son quizá una hibridación de las hojas que caían de los árboles y se iban caminando de Antonio Pigafetta (Galeano, 104), y no dejan de parecer una broma ecologista, a diferencia del Dios Elemental del Bosque al que Hell Boy, policía monstruos, mata en la segunda película. Sin embargo, son los Nazgul, los cuervos-dragones, los monstruos más simbólicos de Tolkien, pues conjugan el carácter infernal tanto en sus desgarradores chillidos como en la propia fatalidad de su fisionomía.
HellBoy también tiene una clara influencia medieval, sobre todo Abe Sapien, cuya fuente de información, además de sus telepáticas manos, son textos medievales. Sin embargo, la profundidad de las bestias implica la noción de un Mal metafísico superior a la mera existencia de Satán, con tintes esotéricos. En la primer entrega de la adaptación del cómic de Mike Mignola, Hell Boy se confronta con un Ogdru Jahad, un monstruo explícitamente medieval según los manuales de Abe Sapiens. El místico Rasputín revive también a un asesino nazi: Kroenen, un ente que linda entre el cyborg y el caballero. En el segundo capítulo la existencia de un mundo poblado por monstruos conlleva una noción de lo oculto y lo desconocido. Aparecen hormigas antropomorfas, devoradoras como marabuntas, y un Troll gigante: Wink, cuya mano derecha es un mazo proyectil, retráctil mediante una cadena, lo cual lo emparenta con una máquina. La opinión de Gilbert Durand respecto a que “el ´monstruo´ es símbolo de totalización, de completo inventario de las posibilidades naturales” (Durand, 322), encuentra una apoteósis en el imaginario de Hell Boy.
Igual de malévolo pero de origen netamente subsconciente podemos incluir a Freddy Krugger. El sueño y la pesadilla evoca nuestros miedos más profundos, ¿quién no tenía miedo cuando de niños apagaban la luz y surgían una cantidad innumerables de sombras cuya presencia nos perturbaba el sueño?; sin embargo, puede ser también una empresa en quiebra, una sátira divertida y edificante, como Monsters Inc. El catálogo de monstruos es un pretexto para la diversión infantil mediante el cual se catequiza al más puro estilo de Walt Disney, ahora también en compañía de Pixar.
En cuanto a las caricaturas, las criaturas se multiplican. Sin embargo, a estas habría que sumar al reino animal conocido por el hombre, a los seres prehistórico, que también con llevan un aire fantástico y prodigioso: los dinosaurios, el Diente de Sable, el Megaterio, el Archeapteryx o el Megatherium. Desde estos extraordinarios animales surgieron los Dinoplativolosy los DinoRiders. En la primera, los humanos convivían con dinosaurios antropomorfos; en la segunda, los humanos y los malo Rulons domesticaban de distintas formas a los dinosaurios. Los Rulons eran humanoides con rostros de sapo (Krulos), serpiente (Rasp), hormiga (Antor), cocodrilo (Krok) y tiburón martillo (Hammerhead), en ellos se percibe la hibridación de la fisionomía de la fantasía.
Ren y Stimpy, más que un perro chihuahueño histérico y un gato absurdamente lerdo, parecen figuras horrorizantes y grotescas. El maniqueísmo de las caricaturas, como en otras tantas expresiones de mass media, pone a los buenos siempre bonitos y bellos; y a los malos, feos, horrorosos y oscuros. Además, la fisionomía antropomorfa híbrida es predominante. Ejemplos: el andrógino Barón Ashler de Mazinger Z; los Luna Attack, híbridos de reptiles, chacales y enanos, Mumm Ra, Reptilio, Buitro y Chacalo, enemigos de los Thundercats; Vendaval, Monstruón, Artillero, Zero y el Caza fortunas, humanoide reptilescos y alienígenas, de los posapocalípticos Halcones Galácticos; Dingo Dan, Vipra y Estampida, el primero coyote, la segunda serpentina y el tercero demonio, todos antropomorfos y enemigos de Bravestarr, un cowboy también posapocalíptico.
En la genealogía de los seres fantásticos, tenemos a Los Pitufos, los duendecillosazules, posiblemente parientes de los sajones duendes azules de la tristeza. La leyenda urbana los relaciona con muñecos diabólicos. Los Snorkels eran también otra forma de duendes, pero submarinos. En un tono mucho más burlesco tenemos otras criaturas de todas formas y colores, como Gonzoy Animal de los Muppets y como Beto y Basilio de Los Pequeños Muppets, ninguno de ellos son una correspondencia de un animal específico, a diferencia Peggy (cerdo) o René (rana). También aparece aquí Roger, el alien de American Dad (Padre de Familia) y Alf, el comegatos de la serie homónima.
Mención aparte, merecerían las mutaciones, que desde Hiroshima y Nagasaki, pasando por Chernobyl, también evocan un miedo explícito, sobre todo en la mentalidad de la Guerra Fría. Esta eufemización del híbrido que es el mutante tenemos a los X Men, cuyo representante más cercano al bestiario sería Bestia; en El hombre araña tendríamos al Hombre de Arena y a Venom.
Seguramente faltan muchas caricaturas más que pudieran parecerse a los bestiarios con las funciones que operan en la fisionomía de la fantasía, pero estos ejemplos podrían parecer suficiente para demostrar que en el imaginario persisten los mismos temores, el mismo asombro ante lo anormal, lo grotesco y lo disforme, así como ese temor a las aterrorizantes fauces animales. De la misma forma podemos percibir que la fantasía no inventa “nuevas” criaturas sino que emplea las imágenes zoomorfas ya conocidas, les añade, las mezcla o les adjudica elementos. Aun cuando “el hombre del pospensamiento, incapaz de una reflexión abstracta y analítica, […] cada vez balbucea más ante la demostración lógica y la deducción racional, […] a la vez [se ha] fortalecido en el sentido del ver (el hombre ocular) y en el fantasear” (Sartori, 168), por eso la imaginación seguirá revirtiendo la cotidianidad y el mundo.
Se
Publicado originalmente en Castálida (2010), Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, Invierno
Imágenes tomadas de internet
Bibliografía
Borges, Jorge Luis, Manual de zoología fantástica, México, FCE, 1991.
Durand, Gilbert, Estructuras antropológicas del imaginario, México, FCE, 2006.
Galeano, Eduardo, Espejos, México, Siglo XXI, 2009.
Urdapilleta, Marco (comp.), Herbario de indias, Toluca, UAEM, 2001.
——, Bestiario de Indias, Toluca, UAEM, 2001.
——, Depósito de maravillas, Toluca, UAEM, 2007.
——, Relación de las gentes que pueblan el Nuevo Mundo, Toluca, UAEM, 2007.