Te pasas y repasas contando una elástica fila de ovejas desfilando

repasas con la punta de la lengua el recuento de las mieses.
Las luces directo en la pupila de musgo
en la retina de yerbabuena
en la mirada de filamentos de esmeraldas
te llueven de estrobos de arrobamiento
y sus libélulas iluminan tras las bambalinas del cráneo
el quieto estupor del éxtasis
en que las luciérnagas se fingen luces de bengala
en el cuenco de los párpados

Rápido llueven de nuevo fractales de nubes que repiten,
tercos e intermitentes,
una cascada de percusiones
cobijados por el caudal del afluente interno
cuyo silbido sueñan los lobos
que persiguen la luna llena en las célibes noches de frío,

por el que se congela la trementina de la espiga.