Muchas veces hemos escuchado el término común de “cortina de humo”, usado para referirse a un señuelo que distrae la atención del respetable en otro tema menos importante de uno crucial. Las estrategias de comunicación política, el colmillo de quienes lo hacen y usan y el entendimiento de una psicología de masa muy específica suelen converger en esa dinámica.

Desde los estudios cognitivos y sicológicos, incluso en el denominado como “economía del pensamiento”, la cortina de humo va de la mano de la “ceguera de desatención». Este término proviene de un experimento donde se pide a un grupo de gente que mire un video de un juego de basketball y que cuente el número de pases. Durante el transcurso de ese video y durante el juego un gorila entra por una puerta y sale por otra, pero la mayoría de los televidentes no lo ve. Los psicólogos que realizaron dicho experimento lo publicaron luego como un libro: El gorila invisible.
Así, cuando se le dice a la gente que se concentre en una cosa, con frecuencia no percibo lo imprevisto o lo que está “fuera del plan”. La cortina de humo y ceguera de desatención sirven para desenfocar la mirada y no ver el bosque sino el árbol.
En el ejercicio de la democracia, sobre todo el de aquellos que participamos en ella como ciudadanos, como electores y como sujetos de las políticas realizadas por quienes han sido elegidos mediante el voto libre, es crucial que la mirada se enfoque en el árbol y en el bosque, en las causas y en las consecuencias, en el todo y en las partes de ese ecosistema que nos incluye. Así, podremos saber cuándo la cortina de humo es, o no, un señuelo, la señal del incendio o, de plano, el vestigio de las cenizas.