con la luz, la lluvia y sus silencios
fuímonos desgajando de colores,
devastándonos en bermejos sepias los aromas,
derruyéndonos en cobaltos escarlatas la orilla,
en trazos aguamarinas las montañas,
en escarpes escondidos tus senos
desde mis manos torpes y calladas
que se ponen a contar
el azar de tus movimientos
y escarban su calcio
entre las minas de grafito

mientras,
tu estructura de burbuja
sube los andamios verticales,
las escaleras de buganvilias,
los óseos acantilados
que te lleva mi sombra a escondidas,
cómplice de rapto
y acusada de rapiña
junto a los buitres indiscretos
cuando el sendero está en silencio
todavía caen gotas de los pinos
hacen lagos en que beben los conejos
que nos miran viéndolos nadar
en su mar lívido y verde
como manatíes en celo
el sendero está callado,
amable, nos permite mirarnos
mientras los pinos ramifican
en mapaches sus brazos por la tierra

el aire que resollan las luciérnagas
—frágiles navíos verbales—
se queda náufrago en la saliva
y en su oleaje, vértigo de lunas,
luce siempre su lápiz plateado
puliendo, siempre a la deriva,
su luz de lámina y hojalata,
su luminosa cinematografía
que camina, lenta, en las ventanas
Imagen 1: Tomada del flickr de Matt MacGillivray
Imagen 2: Tomada del flickr de Takashi Ota
Texto publicado en su versión original en el Pliego de poesía Tierra de nadie [El espía] de la revista, La Colmena, Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca, Jul-Sep, no. 55, 2007.