Qué encías tiene el insomnio

para dejarme los dedos machucados
mordidos por una jauría entera de mastines
para dejarme la mano
huérfana de pulsos y cuerdas
como un violinista manco
Qué de hiedras finas conjuraste
con el ardor contenido en la boca
hirviéndote amedrentada por la fiebre
para dejarme anestesiada la palabra
cuyas aristas te despojarán el vértice
para dejarme entrar de lleno en tu vértigo
pero la fusta de cordura y su relámpago
te aviso que nos veían afuera del párpado
e incendiaste las persianas del delirio
antes de despertar