Suicidio, un espectáculo macabro


El suicidio ha sido siempre un cataclismo, un terremoto emocional, que pocas veces tiene explicación sensata. Y  provoca la reflexión desde todos los vértices posibles. Para la religión judeo-cristiana es el arrebato de una decisión que sólo le corresponde a Dios y, por tanto, un pecado. Para la sociología camina al filo de ser un fenómeno individual y uno colectivo que responde a causas sociales difíciles de asir. Desde la sicología habría muchas razones que desequilibrarían la estabilidad del suicida. Albert Camus ya planteaba “un problema filosófico realmente serio: el suicidio [aunque] nunca he visto a nadie morir por el argumento ontológico” (Camus 13). Sin embargo, el suicidio  se ha convertido también en un halo de espectáculo y capricho, que nos hace preguntarnos sobre la honestidad del suiedouard_manet_suicidecidio como una negación del sentido de la vida, si es que la vida misma permite esas argumentaciones.

Según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de EEUU, el suicidio fue la tercera causa de muerte entre jóvenes y jóvenes
adultos, de entre 10 y 24 años, aunque disminuyó 29% entre los varones de entre 15 y 19 años entre 1990 y 2004” (Tasker). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Japón el índice de suicidios en 2006 superó los 24,1 casos por cada 100 000 personas, el más alto en el mundo industrializado (Efe). En México era la segunda causa de muerte en jóvenes, después de los accidentes automovilísticos; y, de 1970 a 2007 ha aumentado en 275% (Universal). Ahora hay causales de suicidio por el acoso  (bullying) en las redes virtuales, como Facebook o Twitter.

Los hechos son concretos, el suicidio se ha convertido en un espectáculo en Internet. En julio de 2005, el italiano de 26 años Ciro Eugenio Milani se mató al saltar a un precipicio, que había anunciado tres meses antes en el blog Antes de parti
r
, el cual se convirtió en una de las páginas más visitadas del Italia. El limeño César Augusto Rojas Lúcar, de 37 años, transmitió su suicidio por Internet, vía cámara web, mientras platicaba por Messenger con una amiga. César fue al baño y se ahorcó colgándose del marco de la puerta. Quizá el más impactante fue el de Abraham Biggs Jr., de 19 años, quien ingirió una mezcla mortal de medicamentos, se conectó a una cámara que “grabó su suicidio para que los usuarios de todo el mundo lo vieran morir” (Smiley y Beasley). Según David Shaffer, director de Siquiatría Infantil de la Universidad de Colubelmmermbia, el suicidio Biggs puede ser un detonante de otros más, ya que: ‘‘En cualquier momento hay muchas personas que andan por ahí pensando en el suicidio. Cualquier vidrio que lo r
epresente como heroico, romántico o glamoroso, puede reducir la ansiedad que algunos puedan sentir sobre el suicidio. Se convierte en comportamiento respetable, y los criterios se reducen” (Tasker).

Definitivamente, este tipo de suicidios distan del romanticismo amoroso, como aquella moda que provocó la  el Werther de Goethe: Werther fieber, en la que casi dos mil lectores se suicidaron imitando al personaje. Nada que ver con el suicidio-eutanásico de Ramón Sampedro, que Alejandro Aménabar llevara a la pantalla con la excelente actuación de Javier Bardem en Mar adentro, o con su paralelo en Las invasiones bárbaras de Denys Arcand, ambas estremecedoras. Tampoco tiene que ver con los suicidios colectivos de las sectas ávidas de apocalipsis de principios del siglo XXI. En la “posmodernidad”, en la tan trillada era del consumo, el suicidio ya no es una decisión metafísica sino una expresión del vacío que nos legó el siglo XX: “el hombre cool no es ni el decadente pesimista de Nietszche ni el trabajador oprimido de Marx, se parece más al telespectador probando por curiosidad uno tras otro los programas de la noche, al consumidor llenando su carrito” (Lipovetsky, 42); y, en el exceso del morbo o en el reflejo más narcisista de las pulsiones, al espectador de un suicidio en tiempo real por internet. Parece que estos suicidios son una opción más del zapping macabro, sórdido y cruel con el que satifacemos nuestras curiosidades.  Y aunque no pueden dejarse de lado las causas sicológicas y sociales que provocan los suicidios, tampoco puede menospreciarse esta impostura dramática y actoral del suceso “en vivo”.

El cuestionamiento sobre el sentido de la vida en la era del consumo es superficialmente más banal, aunque esconde una razón más complicada: la noción de la vida como un espectáculo, como una impostura o como un simulacro. ¿No son las selfies ejemplo sintómático de esa impostura?  ¿Será esa la impresión provocaría a cualquier espectador de la red, el suicidio en tiempo real transmitido en internet? ¿O es que nos es más fácil vivir frente a la pahendircksonntalla? Si es difícil responder a las causas de cualquier suicidio, ¿cómo explicarse la decisión del suicida
de transmitir su propia muerte? La realidad definitivamente supera a la ficción. Su servidor sin palabras ni explicaciones, pero las pantallas con más infiernos recónditos y escondidos.

Imágenes: E. Manet, H. Bellmer, H. Andriessen
Texto original publicado en FuturoUAEM (revista desaparecida)
Fuentes
Camus, Albert, El mito de Sísifo, Madrid, Alianza, 1996
Afp y The Independent, “Retiran del Internet video sobre el suicidio de un joven en Estados Unidos”, Mundo, La Jornada, 24 noviembre 2008, consultado 10 de febrero de 2010
EFE, noticias “Cinco personas pactan su suicidio por internet”, Hoy tecnología, 16 de abril 2007, consultado 10 de febrero 2010, http://www.hoytecnologia.com/noticias/Cinco-personas-pactan-suicidio/3905
Lipovetsky, Gilles, La era del consumo, Barcelona, Anagrama.
Tasker, Fred “Otros adolescentes podrían imitar a Abraham Biggs”, The Miami Herald, 21 de noviembre 2008, consultado 10 de febrero 2010, http://www.elnuevoherald.com/noticias/sur-de-la-florida/story/326771.html
Smiley, David y Adam. H. Beasley, “Joven transmite su suicidio por internet”, El Nuevo Herald, 21 de noviembre 2008, consultado 10 de febrero 2010, http://www.elnuevoherald.com/167/story/326432.html
Universal, El (2009), “Entérate 10 datos sobre el suicidio en México”, México, 24 de noviembre, consultado 3 de marzo de 2010.

2 Comentarios

  1. Gracias por la reflexión, Heber. El suicido como espectáculo me resulta terrible , pero me aterra más la posibilidad de que también se experimente una vida «propia» que fabricas para los otros y que asumes hasta los huesos como real… Una laberíntica farsa de millones de personas en la red que día tras día tras día usan sus máscaras «de si mismos» para vivir … Termino como tú, sin palabras ni explicaciones.

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