I
Muros de siglos en su casta de arena
apenas el tabaco suspira su estela
apenas la sangre se anega de mar
de ambar y estruendosas caderas
apenas de danza sucumbe la sal
y se bambolea de son por tus hombros,
mulata,
por tus rizos canela y tus ojos de ron
por la candela al vaivén de tu voz
y en tu sonrisa, cubana,
se filtran los siglos del Malecón
II
Por las piedras de tus altares
y tus ritos paganos,
tus santos agazapados
por tus calles de lluvia de cal
y el cascajo en que te desgajas
amarga de miseria y fe
absuelta en tu furia diaria
penumbra en tu rostro tu sangre
tu semblante se esparce de rabia
de pudor de esfuerzo
del sudor que enjuga tu frente
y se anega en tu costado vibrante
en su destello ¡esta es mi Patria
y a ella le pertenece mi alma!
Te sabemos hombre sincero,
de donde crece la palma
Te sabemos ¡oh Habana!
dulce como el agua
y como la mar, soberana
III
En las mariposas lajas de tus baldosas
y los siglos de piedra de tus entrañas
por el dintel y las orillas de las ventanas
a cascadas irrumpe la vida
por callejones y avenidas
las puertas de las iglesias
las miradas perdidas de los peatones
la hondonada de bicicletas
que deja su eco en las estelas
de los sueños que suspiran las gaviotas
cuando vuelan
entre las calles de La Habana Vieja:
esto no es una elegía,
es la parvada de astillas
flotando por mis pupilas
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Este poema pertenece a un proyecto de bitácora poética de viajes