I
Estremecida tu abeja pupilar miro el vértigo en mis dedos mientras colibrea entre mis silencios un rápido atisbo a los lunares que orbitan nebulosos por tu plexo. Por tu tatuajes mis enjambres súbitamente cometan cruzan el nebuloso páramo de tu lascivia, apagada por la estrella del día. Y afuera, sin café amargo, estallan tal papalotes sin viento los enjambres de tu mirada, impasible. Tus abejas me picotean las orillas lolitas del frío, mientras me ansío las manos tallando las aristas de tu nombre.
Bajo las nocturnas galaxias, no hallo cómo decirte: ¡muérdeme!
II
Siglos de sudor han recorrido los surcos, las astillas de mi cuerpo. Pero el olor de la manzana persiste en el titilar nocturno, con su enjambre de estrellas acechándome, impávido, el sueño. Afuera estalla el universo, mientras en mis pesadillas muerdo la manzana. Y caigo de nuevo al abismo impasible de tu mirada. Y me muerdo los labios.
Imágenes: Uldus Bakhtiozina, Edwin Alverio
Texto publicado en La Colmena, [S.l.], n. 85, p. 83-84, oct. 2017