Ámame
mordiéndote la ropa
hasta astillar tus encías,
cubriéndote el rostro,
descubriendo la luz que asoma
su tímido rubor
y en el mediodía resplandece
a todas luces: ámame
la sombra escondida
tras tu espalda,
abrevando de la cuenca
cual ciervo nocturno
acechado en su vértigo
antes de fingir la huida
Ámame
aterida bajo la lluvia
que te asalta, sorprendida,
y sublima su espacio
con la crecida del cansancio
y te muerde mariposa
por la ruta de las
hormigas
que anidan, subterráneas,
y en tus ingenuos impulsos se apilan
y te dentellean cuando estás a solas.