Abre la puerta para que salgan huyendo los silencios perseguidos por los sabuesos en la noche sospechosa
Burlando, fugitivos, los bramidos con que arrancan su persecución los cernícalos
Rápidos como los fuegos artificiales detonados por los suspiros de los balcones ajenos y ausentes
Ensortijados entre tu frágil maleza pélvica en la que se alzan los andenes del infierno.
Tomados de la mano, como niños, cruzamos la mirada al sonido de la cigarra.
Encandilados por los faroles, los adoquines reflejan en el cielo los pasos lentos de las nubes.
Suena simultáneamente tu gemido lúbrico que simula un espasmo sorprendido, ingenuo, confesional,
Entonces llueve un fragor de sudor -mar de rezos perdón pecado por mi gran culpa-,
Signa el granizo su caligrafía de cartógrafo seminal sobre tu vientre vacío y se revela:
Anda, abre el cerrojo de un pudor alimentado por los ritos de destejer por las noches las mecedoras
Mientras te mueves al vaivén de las tijeras para que tus piernas puedan volar sobre mis hombros
Observando cómo germinan los silencios poscoitales, y suben por las redes que destejen las ansias, apenas saciadas, al cerrar la puerta.
Acróstico
publicado, en Cuerda Floja, México, 2010
foto de Cam Attree