El erotismo herético y la sordidez


El Blues, de noche,
se mete a la cama
de las niñas buenas
les hace el amor
y les deja una flor
entre las piernas
Epílogo de Cicatrices, José Cruz

 

Hoy en día, nadie se da cuenta de que el erotismo es un universo demente, cuya profundidad, mucho más allá de sus formas etéreas, es infernal.

Georges Bataille

Hay poesía que no aparece en libros y se descubre entre los acordes de una guitarra o en el bamboleo de algún tambor. Quizá esa poesía está más cercana a la gente que la editada en las casas de cultura o aquella juzgada“literaria” y trascendental desde las sordas alturas de los círculos académicos; incluso tiene una mayor influencia en su público o, en el peor de los casos, mayor persistencia temporal. Quizá ello expliqué porque Bob Dylan fue condecorado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes y Premio Nobel de Literatura; o porque hay múltiples ediciones sobre y de la poesía de Jim Morrison, Leonard Cohen, Lou Reed, Silvio Rodríguez o Joaquín Sabina, por citar a los más famosos o faranduleros y sin incluir a los compositores de música popular. Hay compositores cuyas letras están muy cerca del “poema [que] es tiempo arquetípico, [y] se hace presente apenas unos labios repiten sus frases rítmicas” (Paz, 1983, 64). Carcomido por la esclerosis múltiple, José Cruz Camargo —exintegrante y líder del grupo Real de Catorce— es un poeta que debe ser tomado en cuenta como tal, más allá de la platea, la armónica y los reflectores.

En sus composiciones (que llamaré poesías) podemos encontrar un erotismo herético que linda con la sordidez de los poetas malditos. Sobre todo es un erotismo de la modernidad citadina, que vive en la transgresión de las prohibiciones religiosa católicas respecto a la sexualidad, pensando específicamente que“El matrimonio es el marco de la sexualidad lícita” (Bataille 2008: 115). La transgresión es explícita y elemental yse puede percibir también como una franca rebelión hacia el discurso sagrado del catolicismo, sobre todo respecto a la imagen divina de Cristo y de Dios, que bien pudiera ser una “profanación” en el sentido que le da Georges Bataille (2008, 128): “El principio de la profanación es el uso profano de lo sagrado”.

Anna Orlova, Rome 2014Con un tono marginal, José Cruz también voltea hacia la derrota del individuo dentro de la sociedad neoliberal. Los personajes de sus poesías son más bien outsiders, adictos al alcohol, la droga o las prostitutas, que bien podrían haber salido de las plumas de Baudelaire, Burroughs o Bukowski. Con una honda conciencia religiosa, Cruz es un poeta maldito en tanto exalta el pecado y la maldad inherente en la profanación y la blasfemia, concretamente de eso que está prohibido (la lujuria, el adulterio, usar el nombre de Dios en vano, la sexualidad fuera del matrimonio), porque “el Mal no es la transgresión, es la transgresión condenada. El Mal es exactamente el pecado” (Bataille 2008: 133).

Podemos encontrar dos directrices temáticas: la sordidez erótica y el erotismo herético.La sordidez erótica se encuentra en una suerte de “visión de los vencidos”, cuyos protagonistas son los parias, los traicioneros, los marginados, los fracasados o los adúlteros. Habitantes de los bares y los hoteles y sumergidos siempre en la vida nocturna, estos personajes acceden a un amor erótico en el que destaca más el placer propio que el placer provocado en el objeto del deseo, aunque tenga que pasar por él, como señala Bataille (2008,136):“El objeto del deseo es diferente del erotismo, pero el erotismo tiene que pasar por ahí”. De hecho, en estos outsiders se despliega una situación de dominación entre ambos amantes, ya sea a través del reproche, el sarcasmo o el señalamiento de la condición del otro (en este caso la mujer), cuyas características es o la marginalidad (las prostitutas) o la “gente bien” (las reiterativas “hijas de papá”). De cualquier forma, la satisfacción del deseo erótico de los outsiders es más bien superflua en tanto a ellos les subyace una situación de fracaso,es decir, es menos importante el erotismo que la condición del arruinado.

Sin embargo, estos outsiders tienen un dejo de heroísmo, casi en un tono romántico en tanto se enarbolan como paradigma de una marginación asumida por decisión propia. Incluso, estos fracasados se ven obligados a avisarle a los demás de su condición, casi como una advertencia de “¡peligro!”, como en “El boxeador”:

¿Puedes amar a un boxeador con sangre en las encías,

sin lana y con la muerte esperando en el vestidor?

¿Te educaron para salvar a tu hombre

y curarlo de los males del mundo

que se alojan como coágulos en el corazón?

Eres una joven linda de falda gris nube

recreando sueños de amor…

con papá.

y vienes al hotel

a darme una transfusión de alcohol y carne

y viene, te vienes, te vienes

La dinámica de los personajes de Cruz es muy evidente: Él —un fracasado— convive con Ella —la “hija de papá” o la “prostituta”— y detrás de ambos se yergue una sombra que atestigua los encuentros: Dios-Cristo o el Otro —que puede ser muchos a la vez: el Padre de la “princesa de papá”; el Traicionado; el Fracaso; el Blues, etcétera.—. Veamos esta dinámica en “Cicatrices”

¿No tienes decencia?

Me dejaste entrar en tu vida

Soy un perro de traspatio

Mira bien sólo sé ladrar

Tú eres una niña buena

la princesa de papá

¡Mira bien! sólo sé ladrar

Me he arrastrado por las calles

Lamí la lluvia de tu suela

Lamí tu pie desnudo

¿No tienes decencia?

Desde aquí el mundo es otro

Yo no te amo, sólo quiero roer tus huesos

Soy un perro de traspatio[…]

Él es un “perro de traspatio”; Ella, “la princesa de papá”; y el tercero vigilante el Padre de la princesa, que se convierte en un Rey de la “decencia”. El fracaso de estos sórdidos marginados (“perro de traspatio”) se da también en ámbitos que parecieran rechazar, como la amistad. Es decir, tienen una moral, muy particular, cuyas reglas no son todas las que la sociedad ha aceptado como convenciones, pero sí algunas. En “Dorina y Abel” el protagonista se pregunta qué hacer, qué actitud tomar, después de traicionar al amigo de la niñez, de traicionar la lealtad profesada un amigo, no un amigo cualquier, sino el que “persiste” a través de los años:

¿Te preparo el té o te sirvo alcohol?

¿Vienes a charlar o nos vamos a rajar el corazón?

Siempre supe qué debo el alquiler

y hoy voy a pagar, el asunto es cruel

la ciudad no soporta un odio más.

Me llevé tu mujer al bar,

la besé en un rincón,

y desnudos en un hotel

nos hundimos hasta morir

de goce, pena y placer.

De noche nos dio la sed.

Frente a ti no sé qué hacer

mi amigo de la niñez.

 

Los escenarios sexuales son persistentes y predominantes en casi todas las canciones; y son ellos los que detonan todo lo demás: la confrontación del fracasado con la princesa de papá, la incertidumbre ante el adulterio con la mujer del mejor amigo y la herejía de ese Otro/Dios que vigila. El erotismo tiene una carga de violencia y de transgresión más allá de la interdicción, y esa “violencia es extravío y el extravío se identifica con los furores voluptuosos que nos proporciona la violencia” (Bataille 2008:199). Este erotismo es sórdido y agresivo, sin rodeos ni palabras edulcoradas ni las promesas eternas de los boleros, como en la improvisación que hace Cruz en “Patios de cristal”

Lola viene a mi casa los viernes,

llega excitada como un demonio,

apenas abro y me desviste,

me empuja al sofá con sus senos de nube

y la tormenta y la tormenta y la tormenta

viaja salvajes kilómetros por hora,

Lola entonces con la respiración contenida

por una gran pared [sic] de abstinencia

exhala todo su ser en un orgasmo

y moja mis huesos, mis muebles,

mi perro viejo agónico, mis poemas.

Lola monta mi cara, ¿quieres que sea más explícito?

Lola se monta en mi rostro;

podría morir de esa forma un viernes:

asfixiado y con los pulmones llenos de Lola

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El discurso erótico refleja una pulsión de muerte. Si bien la traducción del francés no nos favorece y la expresión no existe en el español de México, podemos comprobar esta pulsión de  muerte en la espiral orgiástica de Lola sobre, encima el sujeto lírico, cuya “voluptuosidad está tan próxima a la dilapidación ruinosa, que llamamos “muerte chiquita” al momento de su paroxismo” (Bataille 2008, 176). Con José Cruz se puede afirmar la tesis de Bataille(2008,15) de que el erotismo es también un exceso de vida: “el erotismo … es la aprobación de la vida hasta en la muerte”. Pareciera que José Cruz entendió y siguió los análisis del francés casi al pie de la letra.

Si en la antigüedad “las prostitutas estaban en contacto con lo sagrado, residía[n] en lugares también consagrados; y ellas mismas tenían un carácter sagrado análogo al sacerdotal” (Bataille, 2008:15); en José Cruz el vínculo no desaparece pero sí se hace más “sórdido”. La mujer, Ella, se convierte también en un vínculo sórdido con la imagen divina, como veremos en “Voy a morir”, y como es evidente en “Lila”:

En las calles todos mastican tu nombre

en los bares saben cuándo te tiñes el pelo

el firmamento huele a tu perfume

Dios tiene un beso tuyo en los labios…

¡no es justo!, te miro y me deprimo

¿qué clase de sujeto soy?

Sin embargo, esta sordidez y violencia va mucho más allá, pues hay una transgresión del erotismo hacia un ámbito de la herejía, en el que los actos eróticos, sexuales y/o amorosos enfatizan más la blasfemia que el placer mismo, que bien podría seguir en cierto sentido la consigna de Georges Bataille (2002, 236): “El erotismo, estéril en principio, representa el Mal y lo diabólico”. Aquí es donde el “erotismo herético” emerge.Dios-Cristo se erige como el tercero que atestigua ―a veces cómplice, a veces víctima. La sacralidad que debería existir hacia la figura de Dios o de Cristo es más bien denigrada, como en “Un mediodía triste”:

Un mediodía triste viendo el lomo gris del Metro

aplanando la banqueta mientras derrite al asfalto un sol blanco y voraz

Pasan los “delfines” como almas en pena

consortes de la muerte que se sube al mundo sin pagar boleto.

El viento aúlla canciones flacas.

Gente (¡Hay una peste!)…como esperando a Cristo.

Cristo está sentado seguramente

en la tercera fila de un burlesque.

c9e73143755ae6be88f30cc2b21815deMientras el sujeto lírico percibe, casi como una alucinación sensorial, su transcurso en el Metro, pone a Cristo en un burlesque, sórdido y transgresor como espectador de las damas que alegran y producen el “espectáculo”. José Cruz es definitivamente un heredero de los poetas malditos que encontraban amarga a la Belleza y la injuriaban, y desacralización la imagen divina. Por ejemplo, enMujer sucia” hace de Dios un voyeurista que “atisba por la cerradura”. Esta imagen poética revierte la imagen magnánima y bondadosa del Todopoderoso “que todo lo ve” y que sabe perfectamente lo que pasa en el mundo humano. José Cruz pone a este Dios como un fisgón entrometido que probablemente esté jugueteando con su propio sexo tras la puerta de un hotel barato.

Mujer sucia de cabaret

fina ladrona: ¡escúchame!

Esta noche

no verás a otro hombre

esta noche

sudaré contigo

esta noche

dejaré que Dios

atisbe por la cerradura.

Sugerir, entre líneas, que Dios posee una parafilia como el voyeurismo es causa de hoguera directa. Pero nuestro bluesero puede ser más provocador aún.En una improvisación antes de “Me miraba a los ojos” en el Hard Rock la herejía va mucho más lejos. La comparación entre el posible misterio en el propio sexo de una mujer se convierte en una metáfora extremadamente blasfema:

Rúbricas perrunas jadeos contestado

la visita del adúltero termina ahora

huellas de esperma seco en tus muslos

¿qué escondes debajo de la falda?

un monte divino

a Jesús repartiendo pan y pescado

tu pecas y arrebolas de lujuria

vienes una noche después de misa y gatamía

necesito amor: ámame

 

El discurso es evidentemente provocador. Además hay una religiosidad profunda y de raíz, de la que entre más reniega José Cruz en sus poesías, más la confirma. De nuevo Bataille ilumina el lugar en el que se encuentra la blasfemia, pues “el ámbito de lo sagrado se reduce al del Dios del Bien, cuyo límite es el de la luz; y en ese ámbito ya no queda nada maldito” (Bataille 2008, 129). En algunos casos, como en “Voy a morir”, José Cruz tiene una identificación crística innegable y que confirma esta religiosidad trastocada:

Voy a morir

muy firme entre tus piernas

Voy a morir

de una muerte turbia y perversa

Pero antes dime

porqué Jesús perdió la fe

Voy a morir

dolido de adicciones

Voy a morir

fumando hierbabuena

Pero antes dime

porqué Jesús no regresó

Voy a morir

afuera de tu iglesia

Cargaré con mi cruz

mientras rezas por tu bien

Pero antes dime

qué harías si yo fuera él

 

[…]

 

Voy a morir

al fuego de tu hoguera

Cargaré con tu cruz

mientras rezas por tu bien

Pero antes dime

qué harías si yo fuera él

Después de leer esta poesía (o en su defecto de escucharla), queda claro que el erotismo de José Cruz se vincula tácitamente con esa tendencia herética que Bataille (2002, 41) insiste en llamar “diabólica”: “Si es cierto que ´diabólico´ significa esencialmente la coincidencia de la muerte y el erotismo”. Precisamente es en ese “voy a morir/ muy firme entre tus piernas” con el que inicia la canción/poema que “no podremos dejar de percibir, [continúa Bataille] vinculada al naciente erotismo, la preocupación de la obsesión de la muerte”. Si bien José Cruz escribe esto con la certera del diagnóstico de la esclerosis, la equiparación del sujeto lírico con Cristo no deja de sorprender: “qué harías si yo fuera él”. Pareciera que la imagen de Cristo le persigue y quiere exorcizarse de ella. José quiere salirse de la cruz,quiere quitarse su cruz, asumir la degradación, negarse desde su propio nombre, porque “hay, en la degradación aceptada, una decisión de escupir sobre el Bien, de escupir sobre la vida humana” (Bataille 2008:144).

La poética de José Cruz está del lado de la transgresión, de la blafemia,de la maldad, puesto que “el mal que hay en el mundo profano se unió con la parte diabólica de lo sagrado, y el bien se unió con la parte divina” (Bataille 2008:128). La sordidez erótica se fusiona con el erotismo herético, cuyas características nos permiten concluir que José Cruz es un poeta maldito y su erotismo, malévolo.

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Post scriptum: Hoy, José Cruz sufre una enfermedad crónico degenerativa, contra la que lucha día a día como el guerrero que es, fiel a su espíritu, a ese duende creativo que lo corona. Sirva este texto de homenaje. 

 

Imágenes: Marco Tenaglia y Etcétera   

Texto publicado en Razón y Palabra [revista digital], vol. 16, núm. 77, agosto-octubre, 2011, ITESM, México

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Notas

Del álbum Real de catorce: “Mujer Sucia”;de Tiempos oscuros: “Un mediodía triste”;de Voces interiores: “Pago mi renta con un poco de blues”; de Contraley: “Dorina y Abel”, “Tu alma no pesa”; de Rojo: improvisación en “Patios de cristal”; deCicatrices: Cicatrices, Lila; de Voy a morir: “Voy a morir”, “El boxeador”; de De cierto azul: improvisación antes de “Me miraba a los ojos”.

Publicado originalmente como «La sordidez erótica y el erotismo herético en la poesía de José Cruz» , en la revista electrónica Razón y palabra, NO. 77,  ITESM, octubre 2011
Fuentes:
Bataille, Georges, El erotismo, Barcelona, Tusquets, 2008
――, Las lágrimas de Eros, Barcelona, Tusquets, 2002
Cruz, José, Lección de vida, México, Ed. de Autor, 2009
Paz, Octavio, El arco y la lira, México, FCE, [1956] 1983.
Pérez Cervantes, Alejandro, “De los textos del alcohol. A propósito del reciente lanzamiento de este libro de José Cruz”. Ollin Azteca, revista cultural on line,  http://www.freewebs.com/ollinazteca/babelmusicalycultural.htm
Real de Catorce, Real de Catorce, México, Fonarte- Discos Pueblo, 1987
――, Tiempos obscuros, México, Fonarte-Discos Pueblo, 1988.
――, Mis amigos muertos, México, Fonarte-Discos Pueblo, 1989.
――, Voces interiores, México, Fonarte-Discos Pueblo, 1992.
――, Contraley, México, Fonarte-Discos Pueblo, 1994.
――, Azul (en vivo), México, Fonarte-Discos Pueblo, 1997.
――, Rojo (en vivo), México, Fonarte-Discos Pueblo, 1988.
――, Cicatrices, México, Fonarte-Discos Pueblo, 1998.
―― Nueve, México, Fonarte-Discos Pueblo, 2000.
――, Voy a morir, México, Fonarte-Discos Pueblo, 2002
――, De cierto azul, México, Hikuri Records, 2003

 

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