Narcópolis, Jeet


Viajar es un privilegio para carteras hinchadas. A quienes no nos alcanza la plata, nos abocamos a abrir la imaginación, poner atención y abrir un libro o ensartar una retahíla de cuentas: datos, imágenes, reportajes sobre el lugar que nos interesa. En mi caso hay miles de lugares que me llaman la atención, así que encuentro un delicado placer, aunque diletante, en hacer una fila de libros sobre un país o una temática.

9788415750468En torno a la India están los cimientos y los clichés, me refiero a Gandhi, Ravi Shankar, el Nobel impronunciable Rabindranath Tagore, Salman Rushdie y Bollywood. La curiosidad obsesiva o shooping literario (porque eso soy, un neurótico comprador de libros) me ha llevado a títulos que se han convertido en un crisol para entender un país tan complejo. La India tiene un aire espiritual promovidos sus costumbres ancestrales, además de los paisajes naturales exóticos, en contraste con los tumultuosos lugares urbanos.

También es posible pensar a la India desde muchos perfiles: el poscolonialismo sugerido por todos los sajones (entiéndase los británicos), el multiculturalismo con el complicado sistema de castas, la mezcla de religiones y, sobre todo, el boom económico y tecnológico que trajo consigo las denominadas economías emergentes (BRIC´s dixit).

En Narcópolis de Jeet Thayil encontramos los oscuros suburbios y cinturones de miseria de una ciudad: Bombay. No es el Bombay grandilocuente de la ciudad rozagante de modernidad o iluminada por el alba del nacionalismo indio. Es el Bombay lleno de personajes disímbolos, fumadores de opio, revolucionarios comunistas, musulmanes agradables conviviendo sin problema con católicos y anglicanos, con sus asimétricos acercamientos al sexo, la devoción y los excesos. Contrapuesto por el autor con los valores occidentales de los artistas aprobados por las academias británicas, esta fusión de perfiles e influencia convierten al protagonista en un artista plástico socarrón y angustiado por su identidad enarbolando una serie de Cristos hindús que rayan (para un lector mexicanote, ateo, como yo) en la hilaridad. Pongamos un ejemplo: “Íbamos todos a la Escuela de Arte[…] y nos comíamos toda la mierda muerta y enterrada que llegaba de la Escuela Británica y la Escuela Bengalí. Fue entonces cuando descubrimos a Picasso, a Van Gogh, y a Gauguin. Éramos jóvenes y nos aguijoneábamos unos a otros” (p.45)

Jeet-Thayl_784x0Pero Narcópolis va más allá. Además de narrar los dramas de los personajes, se enfoca mucho más en la costumbre de los fumadores de opio, que embona perfectamente con la sordidez de un barrio al estilo Tepito, o el Bronx, y su evolución en el tiempo. El Bombay de Thayil podría estar en las orillas de los picaderos sórdidos de nuestra ciudad: la misma terrible profundidad del abismo de las adicciones, desde la ilusión óptica de la lejanía.

Jeet Thayil, Narcopolis, Plataforma editorial- Chindia editorial, 2013.

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