A las doce de la noche, el universo voltea hacia Tesalia, cábala de tu nombre. Los poetas mastican a Baudelaire, láudano entre sus dientes, y vociferan una elegía. Mencionan heréticas oraciones para conjurar satélites de la aurora boreal. Abisinia segrega el cáncer de Rimbaud; Granada, la bala de García Lorca.
La bóveda celeste ha cambiado de perfil. Y cuando es la medianoche sobre Grecia se postra la frente. Tesalia y sus hechiceras invitan a bailar, extasiadas en su propio paroxismo, a la luna llena…, la hacen bajar del cielo por una escalera de brillos reflejados en el palpitar de la noche que ritman las luciérnagas, la prostituyen en los chellos sincopados de los capos, la hacen deslizarse por la hadas del frío en su trineo de los copos.
Y la descendió, ruborizada, desde el pie de su ventana, con la gravedad de quien responde una invitación a bailar.
Desciende su escalera de nube y baila sobre el prado ardiente como el cráter huérfano de aerolitos. Los grillos aplauden una sonata en tres compaces: la luna baila un vals. El cielo suda estrellas fugaces: la luna baila, con el celo de la loba, perrea su órbita de nubes y deja en el piso una fecunda alfombra de esperma. Los lobos invocan cortejos al hombre: la luna ebria se bambolea. Las flores supuran su seducción: la luna blande la atmósfera, inasible florete. Los enamorados se lloran el alma a cada beso: la luna sacude tus caderas.
Y te miro la sombra que me estoca, te miro la espina dorsal en tus cabellos. Se templa el hierro de tus dedos en mi ciénega cervical. La luna baila alrededor del caldero: soy un esbozo, la noche. Peregrino de tus altares, soy sacrilegio, y Tesalia se alumbra de brujas.
La luna llena baila, una vez más, cuando abres las piernas e, indulgente, me preñas la avidez.
Texto inspirado en uno de los Pequeños poemas en prosa de Charles Baudealire y en García Lorca.
Publicado originalmente en mi libro Cuerda floja, Biblioteca Mexiquense del Bicentenario-EdoMéx, Toluca, 2010.
heberquijano 