La ciencia ficción es uno de los géneros narrativos que más éxito han tenido en el siglo pasado y en lo que va de este. El género se popularizó por la prensa especializada, la proyección que le dió el cine, así como también por situaciones reales del calibre de la bomba atómica o la llegada a la Luna. Aunque no podemos negar la preeminencia de Frankenstein, HG Wells y Julio Verne, como tampoco que Luciano de Samósata podría ser un predecesor incluso en la Grecia Antigua .

Como buen reflejo de la carrera espacial, la ciencia ficción tuvo dos polos de producción: Rusia y el mundo anglosajón, este último con mucha mayor razón dada la producción científica publicada en esa lengua, así como la jerarquía de sus universidades. En el mundo latino y en la academia literaria, todavía se ningunea el género, aunque no es poca la producción. Uno de los mejores logros últimamente en la lengua de Cervantes es Diez planetas del hidalguense Yuri Herrera.
A Yuri se le conocía por la síntesis y por ese influjo verbal cercano a Juan Rulfo, también por temáticas rurales de violencia, narcotráfico y migración. En Diez planetas, sin apegarse al desarrollo tecnológico, se acerca mucho a la imaginación de las Crónicas marcianas de Ray Bradbury, la fabulación de Jorge Luis Borges y el absurdo kafkiano, sin quitarle la ironía mordaz del humor negro y de la distopía. Además, su lectura no agobia, sugiere, lo cual se agradece en este año tenso y pandémico.
Cada cuento se hila despúes en una trama que hace pensar en una distopía post-planeta Tierra en la que los humanos somos un vestigio y un mal recuerdo. Pero no quiero quitarles el gusto de que descubran cada uno de los puntos de conexión entre estas historias y las conclusiones que podemos, como lectores, sacar de ello.
